lunes, 23 de diciembre de 2013

A PROPÓSITO DE LAS TICs

Contestando a un compañero de partido (José Antonio).

Tus análisis, conclusiones y propuestas, en relación a las TICs y en mi opinión, me parecen sumamente interesantes y sobre todo de rabiosa actualidad.

Que todo sistema político tiende a perpetuarse en un hecho indiscutible, sobre todo cuando, como es el caso español, el mismo favorece a las mayorías representativas partidarias y más aún cuando precisamente el bipartidismo es el más habitual y prevalente resultante (éstos principales partícipes tratarán de mantenerlo inamovible mientras les sea posible).

Que las sociedades han evolucionado es incuestionable (todas, también las mal llamadas del Tercer Mundo). Y consecuentemente las necesidades poblacionales se han transformado, incrementando notablemente, entre otras cosas, la media intelectual. Son mucho menos manipulables (como ya nos advertía Marx), conociendo y defendiendo más inflexiblemente sus derechos, reclaman con mayor exigencia a sus respectivos gobiernos el justo cumplimiento de sus promesas programáticas, utilizando para ello muy otras vías de interlocución a las hasta ahora más "pedestres" (por cierto insuficientemente eficaces, casi siempre).

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) han hecho posible que los sucesos acaecidos en este momento en Finlandia, sean visibles y en el mismo instante, en Turquía, Sudamérica, o en la misma Autralia.

Resulta incalculable el poder de convocatoria que las TICs posibilitan en nuestros tiempos (esto trastoca sustancialmente lo conocido hasta hoy provocando hasta el desconcierto e indeseable descontrol gubernativos), la fluidez y alcance de la información  cubren todo el orbe habitado y a una velocidad de vértigo. El conocimiento de reales estadísticas de todo tipo es perfectamente registrable, saber del estado anímico y opinión ciudadanas, divulgar propaganda de toda clase (también publicitar interesados argumentarios políticos), gestionar multiplicidad de temas con las Administraciones -locales, comunitarias, nacionales y también transnacionales-. Todo esto se está ya convirtiendo en procedimiento totalmente habitual y de cotidiano uso.

Las TICs, por tanto, son una utilísima e imprescindible herramienta que debemos integrar, sin mayor dilación y con la máxima plenitud de posibilidades y aprovechamiento en nuestras sociedades actuales para "no perder el tren" de la innovación.

Por otro lado, reconozco que los cambios registrados en la praxis democrática no han sido ni satisfactorios, ni suficientes; para nada equiparables, ni mucho menos los necesarios para atender debidamente los nuevos requerimientos que la evolución sociocultural ha venido demandando en los más recientes lustros, pero a pesar de esta triste realidad, personalmente sigo luchando y creyendo en la posibilidad de un no muy lejano horizonte  socializado y sin clases, en una democracia más radicalizada y participativa.

A la distopía, o antiutopía, sigo ubicándola entre la literatura imaginativa o grafiada; justo lo contrario conque trato a la utopía (sobre todo política), a la cual siempre intentaré acercarme lo más posible tratando de alcanzarla y de transformarla en plausible realidad.

Concluyendo: las TICs me parecen uno de los mayores y más espectaculares y útiles avances científico-tecnológicos que ha producido la Humanidad. Son velocísimos vehículos que nos permiten (a cualquiera) llegar al más profundo conocimiento de las cosas y comunicarnos con cualquier habitante de la Tierra allá donde se encuentre, por anfractuoso, o recóndito lugar en el que se esconda.

Hay que utilizarlas, estamos en la obligación de hacerlo para favorecer el progreso social, para acelerar la consecución de nuestros más ambiciosos objetivos humanos y sociales. Quien no acepte esto, quien no se adapte, "perderá el tren", se automarginará y será arrollado por el raudo desarrollismo tecnológico.

Pero siendo cierto todo ello, las ideologías políticas, el pensamiento humano, la filosofía y sus consecuencias de aplicación fáctica, junto a las gentes que pretendan llevar a cabo las mismas, siempre persistirán y jamás podrán ser sustituídas por robots, por máquinas (por muy útiles y eficaces que nos puedan resultar). Estos artilugios, de una manera u otra, estarán siempre creadas por el hombre y por lo mismo, a su servicio subordinado ...o así debería seguir siendo.

Las ideologías continuarán indicándonos el camino, nos mostrarán el horizonte posible, nos seguirán enseñando los porqués y el cómo llegar a nuestros privativos y/o colectivos objetivos vitales. Y podremos seguir disponiendo del libre y particular albedrío de elegir, de abrazar una u otra opción, convencidos de que esta, o aquélla otra panorámica nos es más o menos afín, y todo ello dentro del absoluto arbitrio individual decisorio.

Finalmente y en cuanto a la llamada Democracia Líquida, o Democracia 2.0, personal y desafortunadamente, la veo como una aún muy distante utopía (a la que no renuncio, claro), pero tampoco nunca la confundiré como una distopía ...por el bien del futuro de las mayorías.










jueves, 19 de diciembre de 2013

GALGOS, O PODENCOS.












                               GALGOS, O PODENCOS

Una de las fundamentales premisas que todo político debe tener clara es la perfecta identificación de su enemigo.
Las tendencias políticas no ofrecen más alternativa posible que las denominadas izquierda o derecha (según progresismo, o conservadurismo), con mayor, o menor radicalidad (el centro político ortodoxo, en realidad, no existe).
El actual más encarnizado y peligroso enemigo de la izquierda  política europea, es el neoliberalismo depredador, auténtico brazo ejecutor, obediente a las espúreas disposiciones de los verdaderos dirigentes de Occidente, pero también influyentes poderosos e interesados en otras más deprimidas áreas geoestratégicas del mundo (grandes holdings empresariales internacionales, la potente y mafiosa industria farmacéutica estadounidense y europea, el comercio intercontinental de armamento, los principales monopolios petrolíferos y energéticos, las más importantes redes de telecomunicación, la gran banca, las  potentes y ya globalizadas  financieras, los controladores mayoritarios de la producción y mercado de estupefacientes, etc.), este neoliberalismo  encargado de manipular a la Justicia, promulgador de  respectivas y hasta a veces comunes leyes nacionales y continentales, creadas a su interesado acomodo e interés  y siempre proclives a la protección del privilegio del poder y de las clases sociales acomodadas, seguro sustentador del sistema y apoyado y protegido en las siempre dispuestas fuerzas represoras de los diferentes Estados conformantes; éste, éste es el auténtico y más directo enemigo del progresismo político, y no otro; no nos confundamos.
Desafortunadamente y tal como venimos comprobando desde hace tiempo (en nuestras propias carnes), la izquierda política europea va perdiendo fuerza y lo peor, credibilidad, tan difícil siempre de recuperar. Consecuencia natural de la indecisión, de la ambigüedad, de la inevitable tibieza de los más recientes gobiernos socialdemócratas y de sus múltiples demostraciones de aburguesadas veleidades, incumplimientos, de auténticas desviaciones fácticas y hasta de alguna que otra auténtica e imperdonable traición (todos estos graves errores casi siempre debidamente contestados por sus respectivas poblaciones, hastiadas de tanto engaño y despropósito). Ejemplo último: Alemania.
Este coherente desapego poblacional hacia los clásicos partidos progresistas nacionales y sus representantes, está conllevando a una desafección ideológica generalizada que impele a la  connatural reticencia y hasta asqueado rechazo de nuestros conciudadanos a seguir aceptando el clásico juego partidista, generándose súbitas vías alternativas que aunque justas, inevitablemente inconexas y muy desorganizadas: plataformas diversas, grupos vecinales de protesta, reivindicativas y diferenciadas “mareas” de distintas y muy específicas áreas sociales, seriamente afectadas por la impía apisonadora neoliberal.
Pero, en aras a la coherencia y viabilidad políticas, hemos de asumir  la triste realidad: las únicas reglas de juego posibles en democracia son los cauces partidarios. Por tanto, deberemos, aún obligados e insatisfechos, aceptar dichas reglas para posibilitar la consecución de tan razonables y justos propósitos.
Una vez asumida dicha palmaria, inevitable y única senda posible (competición electoral a través de partidos políticos), deberemos saber distinguir las diferencias ideológicas, de origen, metodológicas, históricas, fácticas y de forma, de cada organización progresista dispuesta a dar batalla en el campo político y social.
Finalmente, habremos de analizar las posibilidades de triunfo del progresismo político, las dificultades ciertas y también eventualmente probables, peso específico del enemigo neoliberal, armas mutuas y estrategias a emplear.
Personal y muy contrastadamente, opino que los partidos supuestamente progresistas europeos tienen un muy arduo panorama futuro. Coincido con múltiples analistas políticos en la necesidad de aunar esfuerzos partidistas progresistas si aspiramos a algún positivo resultado electoral.
Lo que me parece ineluctable es que todos y cada uno de los partidos en liza  mantienen, como horizonte plausible y justificativo, el irrenunciable objetivo de participar en la gobernanza institucional, ya sea de ámbito local, nacional y/o supranacional.  Sin esta natural ambición (a corto, medio o largo plazo) no se entendería la  razón existencial de tales partidos políticos.
Pues bien, ante la realidad descrita y por concluir, parece coincidente y de toda racionalidad la inevitable conveniencia y hasta necesidad perentoria de alcanzar sólidos acuerdos entre las diferentes versiones ideológicas progresistas si se pretende alcanzar un mínimo y honroso éxito electoral, por tanto, me permito insistir entre mis compañeros de Equo, no deberíamos mostrar injustificadas reticencias (cuando no  existan, claro), ni resistencia ninguna a la negociación, al acuerdo (cuando resulte mutuamente beneficioso), a la unión de fuerzas puntuales en luchas comunes, respetándonos nuestras inevitables y hasta positivas discrepancias y manteniendo siempre incólumes nuestras respectivas salvaguardias fronterizas de la ideología.
No nos equivoquemos desaprovechando posibles positivas oportunidades  (por miedo, distinción u orgullo), ocasiones que pudieran mostrarse favorables para nuestro  mayor crecimiento y fortaleza y, porqué no,  como opción  real de participación en el tan ansiado cambio social que merecemos y perseguimos.