martes, 18 de noviembre de 2014

"A RIO REVUELTO ..."

El término Derecha política, como el de Izquierda política tiene su origen formal en la votación que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1.789 en la Asamblea Constituyente surgida de la Revolución Francesa.

Muy sospechosamente, desde hace ya algún tiempo y con machacona reiteración, los oficiales portavoces partidarios de estos grupos políticos de nuevo cuño vienen escamoteándonos la inclinación ideológica que sin embargo debieran declarar en sus imprescindibles respectivos programas.

Peor aún, mi aparente razonable suspicacia se incrementa notablemente al oirles manifestar públicamente y sin ningún tipo de pudor, que no se reconocen ni de izquierdas, ni de derechas.

Ante ésto, a veces llego a concluir que mi ya provecta edad me ha arrastrado al definitivo "descuelgue" generacional que me impide asumir que, a día de hoy, se han hecho innecesarias aquéllas clarificadoras distinciones ideológicas de hogaño.

Sin embargo, no creo haber sufrido tan desastroso "despiste" (o al menos esa impresión personal tengo) al no percibir, a lo largo de mi incesante ya prolongada praxis militante política, nunca y hasta ahora, ningún tipo de transmutación respecto a los clásicos diferenciados valores ideológicos políticos.

Siempre presumí de distinguir, clara y perfectamente la, para mí, divisoria parcelación entre la izquierda y la derecha políticas y sus nítidas fronteras.

Mis desde luego insuficientes estudios sobre la establecida Ciencia Política han seguido, creo, el más habitual y progresivo proceso, partiendo de la más lejana cronología de nuestros más tradicionales pensadores hasta la actual contemporaneidad (Sócrates, Platón, Descartes, Moro, Rousseau, Spinoza, Kant, Hegel, Marx, Engels, Bakunin, Schopenhauer, Gramsci, Marta Harnecker, etc).

No dejaré de reconocer, no obstante, que tal vez haya cometido el "pecado" de obviar la lectura de muchos de los siguientes y más modernos filósofos de nuestro tiempo y sea debido a ello por lo que no acabo de asumir la tan moderna general ambigüedad que permite la práctica política sin precisión de base ideológica distintiva ninguna.

Sin intención de mayores profundizaciones, inicialmente y "a vuela pluma", me resulta altamente arduo abandonar mis más básicos criterios diferenciales ideológicos: siempre identifiqué a la derecha política como el segmento del espectro político que acepta, o promulga las diferencias sociales como algo secundario, frente a la izquierda política que persigue una mayor igualdad, o participación política.

Aún aceptando que no existe una estricta definición de derecha, no dejan de darse, en este segmento, un conjunto de dicotomías: libertad individual frente a colectivismo, confesionalidad frente a laicismo, propiedad privada frente a propiedad pública de ciertas actividades económicas, igualdad de resultados frente a igualdad de oportunidades, tradicionalismo frente a reformismo social, conservadurismo frente a liberalismo; la derecha se decanta, estadísticamente, por la primera de ellas en mayor proporción que la izquierda.

Y respecto al concepto de izquierda política éste deberá referirse al segmento del espectro político, que por contra de la derecha, se distingue por considerar prioritario el progresismo y la consecución de la igualdad social por medio de los derechos colectivos (sociales) denominados también derechos civiles, frente a intereses netamente individuales, privados y a una visión tradicional, o conservadora de la sociedad, representados por la derecha política.

En general, la izquierda política tiende a defender una sociedad aconfesional, o laica, internacionalista, progresista, igualitaria  e intercultural.

A la vista de todo lo cual, y si efectivamente estas distinciones no han sufrido excesivas evoluciones (que sinceramente no lo creo) persisto en mi incomprensión ante el interés, realmente recalcitrante, de persistir en la indefinición ideológica de estos pujantes nuevos partidos políticos.

... SO PENA DE QUE DICHO INTERÉS SEA EL DE PODER "PESCAR EN ESTAS TAN REVUELTAS AGUAS DEL MOMENTO". ¿ESTA ESPURIA INTENCIÓN NO PARECE REALMENTE PLAUSIBLE?. 




viernes, 14 de noviembre de 2014

INDUSTRIA FARMACÉUTICA, ¿SALVACIÓN, O MAFIA?

La supuesta libertad ciudadana y de expresión que nos aporta la democracia aparece aún incompleta si, como en el caso de las multinacionales farmacéuticas, no se nos permite analizarlas, "a fondo", incluida la verificación de su indubitable y más que justificado grave cuestionamiento.

Que la inversión global dedicada a la investigación de nuevas síntesis farmacológicas (públicas, pero sobre todo privadas) es ingente no ofrece duda ninguna. Que el porcentaje de éxitos obtenidos en sus generalmente complejos estudios es muy reducido también resulta incuestionable, y consecuentemente y por contra,  elevados e inevitables son los fracasos, fiascos de prestigio científico, de tipo moral y personal, pero desde luego también económicos.

Pero dicho esto y por otro lado, observamos igualmente la indiscutible desmesura de los márgenes comerciales con los que cuentan estos laboratorios de investigación en la venta de sus productos, una vez registrados éstos por los respectivos Ministerios de Sanidad y puestos en los mercados.

Esta enorme inversión económica, imprescindible en cualquier ambiciosa investigación, y la perniciosa y descorazonadora escasa obtención de satisfactorios resultados estadísticos es el más inmediato argumento, ya maniqueo, que  se permiten los representantes de este gigante ramo industrial, en aparente justo argumento frente a la reiterativa crítica pública de autorizarles tan altos precios para sus acabados medicamentosos.

Pero, es lo más cierto que son precisamente tales engrosados importes oficiales, aceptados y fijados finalmente por las Administraciones Sanitarias de cada país ...y la cuasi inmediata generalización de la demanda de estos éticos productos (cuando la adquisición de los mismos requieren de prescripción facultativa) los que les permiten a estas empresas una mucho más rápida amortización del capital invertido, así como una mayor inmediatez en la recogida de muy incrementados beneficios netos.

A pesar de lo dicho y al mismo tiempo, no tendríamos derecho a ocultar, desde luego, nuestro merecidísimo reconocimiento por el inusitado veloz desarrollo investigador que nos ha llevado, en el momento presente, a disponer de un elogiable y diversificado arsenal terapéutico y de medios y materiales quirúrgicos que nos permiten alcanzar unos envidiables niveles de eficacia y de suficiencia sanitarias en occidente, situación impensable hace cincuenta años y que conllevan al logro de unos increíbles rangos de salud poblacional y  a longevidades insospechables para nuestros más inmediatos ascendientes generacionales.

Pero no es hoy de tan halagüeña cuestión de la que pretendo hablar, sino muy contrariamente, de otros mucho más nocivos aspectos, comunes y también propios de tan destacada e influyente industria.

En un mero y simplista ejercicio de reflexión personal me pregunto con frecuencia sobre los motivos por los que las llamadas "enfermedades raras" continúan, tras bastantes años de su identificación, sin abordaje terapéutico, o profiláctico posible; ¿será acaso porque estas patologías, al presentar tan escasa incidencia estadística, ofrecen insuficiente potencial de beneficio económico?.

...Y por otra parte y desde diferente perspectiva, ¿no nos resulta realmente extraño que tras las múltiples, variadas y más que plausibles sospechas existentes sobre la tan azarosa ética que parece demostrar la Industria Farmacéutica, no se hayan realizado todavía los lógicos y consecuentes formales estudios sobre y alrededor de su órbita?.

No faltan por otro lado, ni mucho menos, muy autorizadas voces (aunque no parece muy interesada su divulgación) que vienen a reiterar, una y otra vez: "que la industria farmacéutica es inmensamente rica y poderosa, que ha corrompido los sistemas de salud de una forma extraordinaria y que es una corrupción a largo alcance" (Richard Smith, médico y exdirector del British Medical Journal), quien afirma además que "los médicos acabarán cayendo en desgracia ante la opinión pública, como ya ha ocurrido con periodistas, diputados y banqueros, por no haber sido capaces de ver hasta qué punto han llegado a aceptar la corrupción".

"La industria farmacéutica está corrompida hasta la médula, extorsiona a médicos y a políticos, y mantiene enormes beneficios a fuerza de medicar innecesariamente a la población" (Peter C. Gottzsche, médico danés que ha trabajado para varias farmacéuticas en ensayos clínicos y regulación de medicamentos, y publicado más de setenta artículos científicos. -No en balde el título de su nuevo libro: "Medicamentos que matan y crimen organizado".).

El psiquiatra Allen Frances dice que "la industria farmacéutica está causando más muertes que los cárteles de la droga " (según publicadas estadísticas, en EE.UU. la prescripción de medicamentos causa cerca de 200.000 defunciones todos los años).

Y ya desde mi propia experiencia profesional y política (fui durante unos años el representante, a nivel provincial, nacional, y portavoz oficial internacional, de los mal llamados Visitadores Médicos, más correctamente denominados Informadores Técnicos Sanitarios -según reconocimiento oficial por parte de nuestra Administración-) he podido confirmar, tanto a lo largo de mi personal extenso trayecto laboral en dicha industria, y también como interlocutor responsable colegiado, la absoluta certeza de tan criticada, y con razón, enorme posibilidad dicotómica a la que la praxis de este no muy conocido oficio puede desembocar, en todo caso y siempre dirigida y promulgada, clara e intencionadamente, por las propias e interesadas filosofías empresariales de la Industria, al imponer, de partida, el condicionante falso e inadecuado, carácter de vendedores a la  hora de su contratación (jamás tipificados como tales en ningún documento contractual). 

La exclusivas funciones autorizadas y reconocidas por nuestra Administración Sanitaria para estos particulares trabajadores por cuenta ajena son: "la transmisión informativa, oral y documental, a las Clases Médica y Farmacéutica, de la existencia del arsenal y últimas novedades terapéuticas y profilácticas a su disposición, en base a los respectivos particulares Vademecums de cada empresa a la que representan; los comportamientos farmacocinéticos y farmacodinámicos de los mismos, su relación bibliográfica publicada, indicaciones y posologías, así como la de recogida de posibles efectos secundarios no conocidos y por tanto aún no indicados en sus correspondientes prospectos -a lo que se denomina Farmacovigilancia directa-".

A pesar de tales disposiciones oficiales al respecto (y con conocimiento general - de nuestros propios representantes, gubernativos y parlamentarios-), los dirigentes de los Departamentos "Comerciales" de estas empresas farmacéuticas exigen y coaccionan a éstos colaboradores para que sus argumentos (independientemente del matiz y "sonido" que los mismos manifiesten) consigan el volumen de los frutos reclamados y hasta, a veces, obligadamente comprometidos y "a toda costa" (ventas), ofreciéndoles  por su consecución, incentivos  económicos.

Se da la real paradoja de que el PROPIO ACTO DE SU TRABAJO (informar a los médicos y farmacéuticos sobre sus medicamentos representados) no les permite la obtención, ni de albarán de pedido, ni de factura de compra posible, ya que en definitiva quienes sólo tienen las potestades oficiales para prescribir, o dispensar fármacos, son  los médicos en el primero de los casos, o bien los boticarios en el segundo, y ello en total exclusividad (tan solo ellos cuentan con el respaldo, firmado, del Jefe del Estado español).

No obstante esto, la habitual y cotidiana presión que sufren dichos Informadores Técnicos Sanitarios por parte de sus inmediatos superiores jerárquicos para que se esfuercen en alcanzar sus particularizados objetivos de ventas, hasta el punto de llegar a ser "conditio sine qua non" para su continuidad en la empresa puede llegar a resultarles patológicamente obsesionante y depresivo. 

Como es fácil deducir de tan aberrante e incongruente situación, más la suma de otros más que frecuentes "compromisos de fidelización", ni tan secundarios, ni livianos en la cotidiana relación Laboratorio-Médico, facilitan el inevitable, tópico y típico arbitrario proselitismo y la no tan aleatoria promoción de determinados medicamentos en base al mayor, o menor "potencial", o "capacidad de persuasión" de cada cuál ...¿No sería ilegal entonces tan penosa realidad; y de serlo, ¿porqué no se evita por las autoridades competentes?.

Paradógicamente, la propia Farmaindustria ha llegado a consensuar, publicar  y divulgar un llamado "Códico Ético", de obligado cumplimiento y con nominado Departamento responsable para su debido control y seguimiento (el lobo cuidando de las ovejas).

Y, créanme, todo lo referido hasta aquí, muy desafortunadamente, no deja de resultar un "alfiler en el pajar". Podríanse llenar muchas más dramáticas páginas tratando, con la debida profundidad, sobre este tan sospechoso y arcano tema.

¿Para cuándo una verdadera revisión internacional de tal situación?, ¿cuándo considerarán las máximas instituciones del mundo occidental que estos  tan importantes asuntos merecen ser adecuadamente investigados para el bien general? ... y sobre todo:

¿HASTA CUÁNDO SE PERMITIRÁ QUE SEAN LOS GRANDES HOLDINGS EMPRESARIALES QUIENES DIRIJAN NUESTROS PAÍSES ... MANEJEN A SU ENTERA DISCRECION NUESTRAS PROPIAS VIDAS? 














lunes, 10 de noviembre de 2014

... Y MÁS SOBRE EL LAICISMO

Uno de los irrebatibles hechos históricos en España es la imposición del catolicismo durante siglos, cuyos más visibles signos perduran a día de hoy en cualesquiera instituciones del Estado.

España, salvo muy breves períodos del siglo XX y el cortísimo de nuestra avasallada II República, nunca entró en el camino político y social de libertades y derechos que estableció la Ilustración europea (por culpa de iletrados y fanáticos reyezuelos).

Tampoco la Constitución de 1.978 se atrevió con el laicismo. Entre otras muy graves traiciones cometidas por nuestros "demócratas" representantes, tampoco éstos osaron defender con el adecuado ardor y razonamiento tan fundamental y civil aspecto convivencial, continuando absolutamente vigentes la filosofía de los Concordatos isabelino de 1.851 y el franquista de 1.953, a través de los Acuerdos con la Santa Sede de 1.979.

Sorprendente e incomprensiblemente, en pleno siglo XXI, y en un democrático país europeo (España) la iglesia católica sigue manteniendo enormes privilegios políticos, simbólicos, jurídicos, económicos, tributarios y en materia de Enseñanza Pública (o subvencionada por el Estado) y Servicios Sociales.

Más absurdo pareciera aún cuando España fue referente de libertad de conciencia; esta situación se da en el país que aprobó la Constitución más laicista del mundo el 9 de diciembre de 1.931 (la de la II República española), abolida rápidamente, NO  POR LA RAZÓN, NI POR EL CONSENSO, sino por la violenta y hedionda bota impositora de las traidoras y rebeldes hordas fascistas.

Resulta, por otra parte, realmente manido y espurio el uso del argumento, sesgado, de unas supuestas raíces cristianas en la Europa continental, lo que dejaría a la ciudadanía sin derechos comunes de carácter europeo a los que acogerse en materia de libertad de conciencia. E igualmente, y desde el punto de vista cronológico podría también apelarse a que previa a esa requerida radicalidad cristiana, todos devendríamos de civilizaciones tribales e idólatras. Y, ni por una, ni por otra de estas específicas razones, podríamos dermostrar evidencias notables de mayor desarrollo cultural, ni social.

A estas alturas del discurso me permito sugerir la lectura (desplegada y detallada) de la Carta Europea por la Laicidad y la libertad de conciencia que va a ser presentada a las instituciones políticas europeas comunitarias, al Consejo de Europa y a los representantes políticos en esos organismos de todos los Estados. A la ciudadanía y a la sociedad civil organizada:

1-Libertad de Conciencia; 2-Ninguna prohibición por cuestiones dogmáticas; 3-Independencia de los Estados en relación a las iglesias y religiones; 4-Derechos de las mujeres; 5-Derechos de la Infancia y la Adolescencia; 6-Educación Pública y Laica en Europa; 7-Derechos de los Migrantes; 8-Respeto mutuo e identidad de derechos y deberes; 9-Solidaridad entre los Pueblos; 10-Libre difusión y propagación de los valores laicistas; 11-La laicidad, garantía de una Europa de paz civil y de armonía.

Siguen, sorprendentemente, aún bastante frescas en mi memoria las preceptivas lecturas (que maduraron mi ideario socialista), entre otras las enseñanzas de mi destacado maestro Kant, tal vez duras para algunos pero incuestionables en todo caso; ...también altamente sugerentes para mi posterior y definitivo recalcitrante y activo ateísmo.

Kant, no obstante indubitada y conclusivamente cristiano, nos resulta esencial en la comprensión del laicismo, en la medida en que contribuye a forjar los modernos conceptos de libertad de conciencia y autonomía moral.


sábado, 8 de noviembre de 2014

SOBRE EL LAICISMO

El término laico, del griego laikos (alguien del pueblo) aparece primeramente en un texto cristiano y fue redescubierto en el Concilio Vaticano II: "Lumen Gentium 31": -que no forma parte del clero-.

Pocas fechas ha, unos compañeros/as generamos un animado pero respetuoso debate sobre el laicismo del Estado.

Argumentábamos con divergentes razonamientos sobre la conveniencia, en los presentes momentos, de su instauración constitucional en España tratando con ello de valorar sus posibles consecuencias sociales.

Sin necesidad de apelar a mi seguidismo anticlerical y ateísmo marxistas: "la religión es el opio del Pueblo" (aunque en realidad no fuera Marx, sino su personal amigo, Bruno Bauer, miembro de la izquierda hegeliana, quien acuñara dicha manida expresión), personalmente defiendo su idónea oportunidad histórica actual, amén de su incuestionable necesidad y aunque tan solo fuere por mor del básico republicanismo que todo Estado moderno y que se precie requiere en nuestro ya bastante "estrenado" siglo XXI.

La cuestión del laicismo en España, de siempre, supuso y a día de hoy continúa vigente, la generación de cierta crispación personal de una gran parte de nuestra Sociedad (natural origen de la mayoría institucional y cultural histórico-cristiana europeas).

Nuestros ahora hermanados vecinos continentales -excepto hasta más recientemente, Irlanda- llegaron a la pacificación religiosa y al acuerdo disgregador de poderes (Estado-Iglesias) hace ya bastantes años; incluso nuestros más colindantes ciudadanos franceses enterraron su polémica laicista a finales del siglo XIX, aunque la separación entre las instituciones del estado y las iglesias u organizaciones religiosas se ha producido vinculadamente con la Ilustración y con la Revolución Liberal.

El político socialista francés, Jean Jaurès, fundador de L'Humanité en 1.904, ya manifestó su deseo en los inicios del pasado siglo: "Ya es hora de que el gran, pero obsesivo problema de las relaciones entre Iglesia y Estado se resuelva por fin, con el propósito de que la democracia, desembarazada de él, pueda dedicarse enteramente a la inmensa y difícil tarea de la reforma social y de la solidaridad humana que el proletariado exige".

Poder tratar el asunto sin tanta presión sería admirable. Spinoza lo hizo en 1.670 (pensador político y gran racionalista de la filosofía del siglo XVII, 1.632-1.677) en su "Tratado Teológico-Político" hasta en tono de fina ironía, de sentido común y hasta con cierto humor: " Quizá alguien me pregunte ahora: si la potestad suprema manda algo contra la religión ...".

Enlazar los términos laicismo y republicanismo nos deberá parecer redundante pues ambas acepciones están forzosamente adheridas, ya que el laicismo es el "buque insignia" de la praxis republicana histórica (desde la Revolución Inglesa de 1.688, las luchas de las repúblicas de los Países Bajos en mitad del XVII, la Revolución Americana, La Revolución Francesa); desde Maquiavelo, Rousseau, Jefferson ... todos ellos hijos y herederos de una raíz común: la de las prácticas republicanas mediterráneas primeras: la politeia de Grecia y la república de Roma.

Es por todas estas razones por lo que la República ha sido históricamente la "bestia negra" de la Iglesia Católica, su enemigo a batir más peligroso.

Contra las repúblicas, "a la francesa", es decir, la que promovía la secularización de la educación pública, la que asimilaba dos conceptos: laicismo y educación, la religión católica ha movilizado sus más potentes armas. Bien haciendo aparecer vírgenes portentosas y, sobre todo, mensajeras de tesis políticas (pastorcillos de Lourdes y Fátima en las respectivas repúblicas de Francia y Portugal, hasta otro instrumento más sangriento: promoviendo nacional-catolicismos genocidas en la II República Española).

No es de extrañar, porque el núcleo de laicismo y de República es el mismo. Para ambos, la moral se genera en la ley que los humanos nos imponemos a nosotros mismos y de esta manera creamos el orden esencial, moral y social. Para legitimar la norma y la ley no es preciso acudir a fundamentación heterónoma, ajena a nuestro gobierno autónomo, a nuestras conductas y nuestras sociedades, no es preciso remitirse ni a autoridad ajena, ni a Dios, ni a sus portavoces, ni a autoridad ninguna, ni a la naturaleza; somos nosotros mismos, autónomamente -por nuestra libertad y el uso público y compartido, nuestra razón- los creadores de nuestra humanidad moral (Rousseau, quien de manera más apasionada y clara subraya esto, es el enemigo más odiado de la Iglesia Católica y de las demás religiones. Kant, es el más temido por ser su formulador más riguroso. Ambos cuentan entre los más conspicuos representantes del republicanismo).

...Y posiblemente yo también, que soy uno de sus más fervientes seguidores ...