lunes, 10 de noviembre de 2014

... Y MÁS SOBRE EL LAICISMO

Uno de los irrebatibles hechos históricos en España es la imposición del catolicismo durante siglos, cuyos más visibles signos perduran a día de hoy en cualesquiera instituciones del Estado.

España, salvo muy breves períodos del siglo XX y el cortísimo de nuestra avasallada II República, nunca entró en el camino político y social de libertades y derechos que estableció la Ilustración europea (por culpa de iletrados y fanáticos reyezuelos).

Tampoco la Constitución de 1.978 se atrevió con el laicismo. Entre otras muy graves traiciones cometidas por nuestros "demócratas" representantes, tampoco éstos osaron defender con el adecuado ardor y razonamiento tan fundamental y civil aspecto convivencial, continuando absolutamente vigentes la filosofía de los Concordatos isabelino de 1.851 y el franquista de 1.953, a través de los Acuerdos con la Santa Sede de 1.979.

Sorprendente e incomprensiblemente, en pleno siglo XXI, y en un democrático país europeo (España) la iglesia católica sigue manteniendo enormes privilegios políticos, simbólicos, jurídicos, económicos, tributarios y en materia de Enseñanza Pública (o subvencionada por el Estado) y Servicios Sociales.

Más absurdo pareciera aún cuando España fue referente de libertad de conciencia; esta situación se da en el país que aprobó la Constitución más laicista del mundo el 9 de diciembre de 1.931 (la de la II República española), abolida rápidamente, NO  POR LA RAZÓN, NI POR EL CONSENSO, sino por la violenta y hedionda bota impositora de las traidoras y rebeldes hordas fascistas.

Resulta, por otra parte, realmente manido y espurio el uso del argumento, sesgado, de unas supuestas raíces cristianas en la Europa continental, lo que dejaría a la ciudadanía sin derechos comunes de carácter europeo a los que acogerse en materia de libertad de conciencia. E igualmente, y desde el punto de vista cronológico podría también apelarse a que previa a esa requerida radicalidad cristiana, todos devendríamos de civilizaciones tribales e idólatras. Y, ni por una, ni por otra de estas específicas razones, podríamos dermostrar evidencias notables de mayor desarrollo cultural, ni social.

A estas alturas del discurso me permito sugerir la lectura (desplegada y detallada) de la Carta Europea por la Laicidad y la libertad de conciencia que va a ser presentada a las instituciones políticas europeas comunitarias, al Consejo de Europa y a los representantes políticos en esos organismos de todos los Estados. A la ciudadanía y a la sociedad civil organizada:

1-Libertad de Conciencia; 2-Ninguna prohibición por cuestiones dogmáticas; 3-Independencia de los Estados en relación a las iglesias y religiones; 4-Derechos de las mujeres; 5-Derechos de la Infancia y la Adolescencia; 6-Educación Pública y Laica en Europa; 7-Derechos de los Migrantes; 8-Respeto mutuo e identidad de derechos y deberes; 9-Solidaridad entre los Pueblos; 10-Libre difusión y propagación de los valores laicistas; 11-La laicidad, garantía de una Europa de paz civil y de armonía.

Siguen, sorprendentemente, aún bastante frescas en mi memoria las preceptivas lecturas (que maduraron mi ideario socialista), entre otras las enseñanzas de mi destacado maestro Kant, tal vez duras para algunos pero incuestionables en todo caso; ...también altamente sugerentes para mi posterior y definitivo recalcitrante y activo ateísmo.

Kant, no obstante indubitada y conclusivamente cristiano, nos resulta esencial en la comprensión del laicismo, en la medida en que contribuye a forjar los modernos conceptos de libertad de conciencia y autonomía moral.