jueves, 31 de marzo de 2016

TIEMPOS MODERNOS

Nuestra tan socorrida y frecuentada Wikipedia nos define, según el concepto amplio de política, como: "toda actividad, arte, doctrina de opinión, cortesía o diplomacia, tendientes a la búsqueda, al ejercicio, a la modificación, al mantenimiento, a la preservación o a la desaparición del poder público".

"... es una actividad de la que es muy difícilmente sustraerse, por encontrarse en casi todos los ámbitos de la vida humana".

Pero también, en su vertiente histórica, se manifiesta como el ejercicio del poder en relación a un conflicto de intereses.

Y precísamente trataré de basar mi reflexión de hoy desde esta específica perspectiva de confrontación de intereses sociales, desde su definición denominada "intermedia" y que viene a incorporar el medio y el fin de la política (bien común); es decir, entendiéndola como la actividad de quienes procuran la obtención del poder, con vistas a un fin vinculado al interés general, o del Pueblo.

Existen, lo sabemos, dos básicas ejecutorias políticas: la dogmática y la funcional.

La política funcional, la que admite discreción interpretativa (típica en práctica democrática) es la linearidad aplicada a un determinado proceso que facilite la toma de decisiones establecidas, según ideologías concretas; por lo tanto congruentes con el pensamiento global de un determinado grupo de representantes públicos, requeridos para gestionar dichas actividades políticas.

Pues bien, una vez asumida la general aceptación del sistema capitalista (o edulcorado "libre mercado"), como el menos malo de los sistemas económicos (a semejanza de la democracia, como el menos nocivo método de gobierno), dicha fórmula económica debiera ser regulada, modulada y dirigida, políticamente, por aquéllos representantes cuya praxis, según su particular ideología, conllevara más fácil y rápidamente, a la consecución del mayor bien general.

Siendo esto así, abstrayéndonos de nuestro proceloso curricular histórico nacional y siendo virulentamente vigente -según nos demuestran los hechos- la lucha de clases en nuestra actual sociedad, igualmente deberemos poder contar con un satisfactorio y suficiente espectro ideológico opcional que nos posibilite la elección de ese idóneo gobierno que sepa interpretar y tratar de llevar a cabo la pretensión mayoritaria de los españoles.

Toda lucha de clases no es sino la consecuencia que viene a desencadenar la existencia de muy contrarios intereses sociales, según el marxismo, o materialismo histórico.

El espectro político básicamente está fundamentado en ciertos ejes, siempre condicionados a específicas situaciones históricas y sociales, actualmente organizadas a través de sociedades o grupos políticos (partidos). Este sistema se autodefine, según sus declaradas oficiales ideologías, en partidos de "derecha", o de "izquierda".

Cada ideología, "derecha, o izquierda" deberá estar basamentada en unas determinadas y bien diferenciadas gamas de valores y creencias (conservadurismo y teocracia: "derecha"; socialismo y comunismo: "izquierda").

Nuestra reciente historia política (desde la "Transición") enseguida nos subsumió en una clásica alternancia bipartidista, dicotomía perniciosa que nos ha traído hasta el presente caos representativo español.

Tan prolongada consecutiva misma alternancia en el poder gubernativo ha posibilitado el mayor de los "acercamientos" y permeabilidad a nuestras instituciones de los clásicos poderes fácticos alcanzando el más obsceno y generalizado de los niveles de corrupción, amén de la máxima desafección política.

Consecuencia directa de tal situación es la aparición (por pura necesidad) de partidos de nuevo cuño -a diestra y a siniestra-. Alternativa Socialista, Equo, Compromis, las CUPS, Mareas, Ciudadanos, son los mayores y más destacados ejemplos.

Su incorporación en la contienda electoral está plenamente justificada dada la insatisfacción y saciedad de nuestros conciudadanos con "los de siempre", generadores de la citada situación de corrupción, de inoperancia legislativa, cuando no, decisores de contrarios intereses generales en su acción política que han deteriorado nuestra situación social hasta la más absoluta insoportabilidad.

Fue precisamente ese ostentoso y oneroso vacío político opcional, esa suciedad mancilladora, el reiterativo incumplimiento programático, ese desesperanzado panorama político, el que motivó la necesidad de cubrir tales y tan perentorias insatisfacciones identitarias.

Y esos otrora poderosos partidos se "conduelen" y claman de su pérdida de credibilidad (ganada a pulso), de su verdadero alejamiento de la sociedad real a la que pretenden seguir subyugando -tarea del todo, ya, imposible-.

Pero ...¿qué esperaban de los que presuponían ilusos y dóciles ciudadanos?, ¿que iban a persistir engañados mucho más tiempo?.

Los crudos resultados electorales les han abierto, un poco más, los ojos; aunque todavía, me temo, que insuficientemente. Muchos de sus antiguos simpatizantes parecen haber cambiado de opinión. El desdén, la más ácida crítica, el abandono final de esa sempiterna aparente fidelización a unas honorables siglas también les evidencian su merecido oprobio...

Con auténticos equilibrios malabaristas se están viendo obligados a negociar "algunos" en el intento de lograr un gobierno de mínima viabilidad, que para nuestra mayor desesperación, dada la extrema fragilidad  ideológica y ductilidad versátil con que se revisten (o tal vez gracias a su inexistencia) incluso pudieran llegar a concretizar ...para mayor dolor y escarnio de nuestro Pueblo.

En fin, TIEMPOS MODERNOS ...      

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